domingo, 23 de agosto de 2015

Eucalipto



Cuando mamá olía a eucalipto sabíamos que las cosas no iban bien.  Sabíamos que pasaba algo, tanto el olor como su maquillaje excesivo nos decía que algo fallaba.
Aun cierro los ojos y puedo recordar perfectamente el color de su pelo a través del sol otoñal, su risa en primavera y sus ojeras cuando algo iba mal. Cuando era pequeño no era muy consciente de lo que ocurría pero intentaba darle todo el amor que podía y portarme lo mejor que mi edad me permitía.
Cuando mamá empezó a oler a eucalipto para siempre papá dejó de aparecer por casa. Decían que tenía mucho trabajo y que por eso no dormía ni comía en casa. Un día dejó de venir y no volvimos a saber de él. Cada vez que preguntábamos donde estaba, mamá decía que era difícil, que en ese momento no lo entenderíamos y que en algún momento nos lo explicaría cuando pudiéramos entender que las personas no siempre son lo que parecen y que no siempre sienten lo que hacen ni pretenden lo que dicen.
Los años han pasado y hace mucho dejamos de preguntar por él, al igual que dejo de sorprendernos el olor a eucalipto constante en casa.
Mamá empezó a trabajar también. Antes teníamos miedo de que trabajara tanto como papá y que un día no volviera pero siempre regresaba y nos regañaba por estar despiertos a esa hora teniendo cole al día siguiente.
Hoy, 23 años más tarde, mamá no huele a eucalipto, aunque sin maquillaje ahora vemos todas las ojeras que ha adquirido con el paso de los años y cada rastro que la edad dejó sobre su piel.
Hoy. 23 años más tarde, mamá nos contó que papá no era feliz, que no la amaba como había prometido y que había decidido que no quería ese futuro que habían planeado juntos. Había sido un cobarde, no pudo decidir marcharse, siempre volvía y ella siempre lo recibía esperando que no se marchara nunca más. Hasta que se fue y nunca más volvió, olvidándose de ella, de nosotros y de todo lo que nos había prometido.
Hoy, 23 años más tarde, mamá está postrada en una cama. Ha dejado de luchar contra el cáncer que el tabaco le causó. Ya no llora ni ríe.  Se ha despedido de nosotros y nos ha pedido que saliéramos de la habitación.
Ha dicho que se quería marchar tranquila.