Tu mecánica de la palabra me trastorna.
A veces intento ignorarla pero en el momento el que oigo el
sonido de tu primera sílaba me pierdo
entre suspiros y entre nubes que hablan de futuro.
Quizá mezclarte con el
tiempo no sea buena idea pero pretender abstenernos a él hace que se me
crucen los cables y tenga que pararme en seco en busca del camino que por tu
culpa perdí hace tanto tiempo.
La ciudad se ha perdido entre la niebla de lo obvio y aunque
sé que estás ahí no puedo verte. El invierno se ha puesto enfermo y le lloran
los ojos, su alma se está congelando poco a poco en espera del calor porque
aunque brille el sol su luz no brilla lo
suficiente como para hacerle sonreír.
La escarcha aparece
todos los días y cuando al fin empieza a derretirse la temperatura baja y
vuelvo a verme en la soledad de mi cama fría cada noche.
Quizá nunca me atreva a que escuches los gritos de mis
silencios, pero tu voz me perturba y
olvido hacia donde estaba yendo.
Siempre que te veo me estás esperando entre libros y no puedo más que envidiar a esas páginas
que gozan del tacto de tus manos hasta que encuentro el valor de perderme entre
tus brazos.